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sábado, 9 de agosto de 2008

DON AQUILES VARGAS HERRERA.

UN GRAN JEFE ESTACION DE RANCAGUA.- ( Década de los sesenta.-)


No puedo dejar de mencionar a Don Aquiles Vargas Herrera. El fúé el primer Jefe de Estación que tuve a mi llegada a Rancagua, como telegrafista a cargo de la movilización de trenes. Don Aquiles era un hombre fornido de más de 1.90. Serio y circunspecto. Casi siempre permanecía en su oficina observándolo todo en medio de un mutismo que asustaba. Lo obsevaba desde mi oficina de Tráfico y de pronto lo veía desaparecer lo que me causaba gran alivio . Su familia era numerosa, cuatro hombres y cuatro mujeres, creo. Entré en sus vidas sin proponermelo. Gastón, Tato le llamaban familiarmente era un siete, a pesar de ser poco más que un niño me brindó una sincera amistad, amistad que recuerdo con cariño. Sus hermanas, todas muy bonitas permanecen y perduran en mis recuerdos rodeados de nostalgia y tambien con un poco de pena y sus nombres y figuras están ahí siempre presente: Liliana, Elha, Cecilia y sus hermano menor Teobaldo, como tambien el mayor, Aquiles. De todos, nunca he sabido nada. ¿ qué será de ellos? Nunca podrán saber cuantas veces los he recordado, y cada vez que regreso a Rancagua cada una de sus figuras está asociada a los años en que me desempeñé en esa estación querida, la que se encuentra tan cambiada, tan distinta y tan diferente a pesar de ser la misma. Sólo trenes ligeros (metro-tren) circulan por ella. Los trenes de carga y el constante moviviento le proporcionaban una atmósfera irresistible en medio silbatos, pitos y campanas con todos aquellos colegas que se cruzaban preocupados de su trabajo y el consiguiente relajo a la salida de sus turnos para darse una vuelta por el "Buen Amigo" ,el "San Javier" o el "Sandwuchito". Hoy son solo recuerdos, magia y nostalgia. De repente en la soledad de mis pensamientos me parece ver tal como entonces sus rostros, sus cuerpos y el sonido de sus voces .-

FUTBOL CON EL SOMBRERO DEL JEFE.

EL FUTBOLISTA "BIGOTE COVARRUBIAS"

El impecable sombrero de fieltro de Don Héctor Verdugo Meza Jefe Estación de Rancagua permanecía colgado en el perchero de la oficina, lo que era para Oscar Covarrubias, mi distinguido colega, un gran atractivo y una tentación Apenas Don Héctor se calaba la gorra y salía a terreno a fiscalizar el personal de la estación, bodega, patio y equipaje, Coca en virtud de su puesto de Ayudante estación, tomaba el sombrero fino y elegante lanzándo al aire para dominarlo de izquierda y derecha y rematar sobre un pórtico imaginario a tres dedos haciéndolo rebotar violentamente en paredes, cuadros, caja de fondos, sillones etc. El sombrero quedaba para la miseria, pero como era de calidad, pronto estaba como antes colgándo blandamente de la percha. En muchas ocasiones en éste juego participábamos ambos. Nunca hubo un reclamo, mientras nosotros intimamente guardábamos el secreto y reiamos. Formábamos un buen equipo, pero esto último revela nuestros pequeños traumas cotidianos que sin darnos cuenta nos invadían. Diariamente surgían muchos y variados problemas. Nuestro trabajo no era fácil, pero así y todo nos sobraba tiempo para eliminar tensiones y sin duda esta experiencias de vida en que hubo momentos profundamente conmovedores con instantes de grandes sufrimientos, no fué óbice para continuar viviendo en una selva de lobos y corderos, en donde ganaban los malos, perdían los buenos. Vivimos trágicos momentos que comenzaron en los años setenta, pero había colegas que no cambiaban permaneciéndo inalterables en la amistad y el compañerismo por lo que guardo para ellos un especial afecto y cariño, y el aprecio por Chicho Ibarra Díaz, Carlos Román Ascuí, Jorge Caroca Arenas, René Caroca Arenas, Enrique Burgos Romero, Sergio Anderson D. Oscar García Urrea, Juanito Muñóz, todos ellos colegas que formaban el staf de empleados de la estación de Rancagua, que a raíz de sucesos que voluntariamente ignoro nos fuimos separando y esa hermosa convivencia, se tornó débil, frágil y quebradiza hasta desaparecer, quedando solo el recuerdo con pedacitos de vida, soplos de existencia que de vez en cuando me asaltan y golpean la memoria, saturándome de evocaciones, recuerdos y mucha nostalgia.

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¿Qué podría decir?... Bueno.. ¿Qué es la vida?, una ilusión. ¿Qué es la vida?, un frenesí. Que el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.- Calderon de la Barca).... y siguió soñando.... Los recuerdos son el aroma del alma..-Mi vida se fue plasmándo entre estaciones y trenes. Aprendí telégrafo antes de ir al colegio. Mi padre fue Telegrafista en gran cantidad de estaciones que apenas recuerdo y Jefe de Estación. Yo y mi hermano Juan Arnoldo seguimos sus pasos. Estuvimos desde Alameda a Talca en la mayoría de las estaciones que en esa época eran el eje y motor del desarrollo del país. Fuí ferroviario y creo que aún lo soy.-

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