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domingo, 24 de agosto de 2008

ESTACION DE HOSPITAL.-

NOCHE DE TERROR.-

Treinta minutos hacía que el tren de largo recorrido zonal Nº 306, con treinta carros de animales destino Alameda había salido de Rancagua. Previa pregunta de pedida de Vía libre a la estación de San Bernardo y con el visto bueno del compañero Movilizador nocturno Díaz apodado Panguilemo, el 306 fué señalizado. Entrada y salida alumbraban a libre en una noche clara, estrellada y tranquila, mientras la música de la radio, compañera inseparable de mis noches de trabajo dejaba oir suaves y nostálgicas canciones en el programa " compases al amanecer". Pronto el convoy apareció en la pantalla de movilización, esto es pasando por Angostura lugar en que se encuentra la señal intermediaria. Lo sentí pitear a la entrada sur del puente de Hospital, enderezándo en la curva sur a la entrada de los cambios. Ya casi frente a la cabina de movilización el maquinista emitió un largo y angustiado silbato, sinónimo de alguna anormalidad. El tren se perdió hacia Paine y luego desapareció de la pantalla. Quedé preocupado por el largo pitazo y al mirar hcia abajo de la oficina de movilización que normalmente se encuentran a una altura de tres metros con respecto a la vía, quedé paralizado, se me nubló la vista y un temblor invadió todo mi cuerpo. Fascinado, sin poder apartar la mirada de la línea y a pesar de la escasa luz, ahí abajo a pocos metros descubrí un cuerpo cortado en dos en medio de la vía. Aparté la mirada espantado. Me puse a rezar todo lo que sabía y que era muy poco, mezclándo las oraciones y otros rezos que inventaba y a punto de llorar. Miraba la hora acada instante. Las tres de la mañana y el maldito reloj que no avanza y el tic tac que me martiriza. Lloré. Me imaginaba el drama de los familiares del difunto que yacía entre las vías cuando supieran del hecho y yo sin poder hacer nada, aterrorizado, estaba sólo. El guardia Juan Santos Tapia que tendría que haber estado ahí, lo había autorizado para que atendiera otros asuntos y me invadía de dudas, a lo mejor es el, pensaba, a lo mejor es él. A quien pedir auxilio. En ese tiempo no había celulares, pensé hacer sonar la campana pidiendo auxilio. Creerían que estaba loco o ebrio. Llamé a Rancagua. Juanito Muñóz, el jefe nocturno me tranquilizó " los muertos no dañan "a los vivos hay tenerles miedo .Claro pensé,para el es muy fácil, pero yo lo viera aquí solo, con una persona destrozada por el tren en medio de la noche, sin casas alrededor, sin nadie que lo acompañe. No podía ser tan insensible. Trataba de comunicarme por selector que es un sistema interno de comunicaciones al cual todas las estaciones pueden acceder y conversar entre Alameda y Talca para solicitar ayuda, lo que fué peor porque luego empezaron a molestar preguntándome si el muerto todavía estaba ahí, si portaba documentos. Estaba lleno de pavor. El viento al mover los árboles aumentaban el miedo y veía muertos por todos lados Pensaba en mi mamá y eso me fortalecía. Cualquier ruido me sobresaltaba, apagué la radio porque no fuera cosa que el finado se enojara y subiera por la escalera a llamarme la atención, mientras permanecía sentado en mi escritorio. Creo que dormí, mientras el agua se cansaba de hervir para tomar una taza de café. De pronto el cielo empezó a tomar una claridad plateada. Pronto aclarará pensé. Y así fué. Pero nada ni nadie podrá hacerme mirar hacia abajo. Las 5, las 6, y las siete. Estaba claro y ya casi alumbraba el sol. A lo lejos caminando por el andén venía el Movilizador diurno, el señor Cortéz, acompañado por el Guarda estación Armando Orellana. Esto me produjo una gran alegría. Mientras le pedía perdón al muerto, aún lleno de pavor. Cortéz y Orellana se quedaron detenidos frente al cadáver. Entonces me asomé. Uno de ellos dijo,¿ qué pasó aquí? Aparentándo serenidad miré por primera vez la escena que me tuvo toda la noche despavorido, y aterrado por tantas horas. Quedé helado, como hipnotizado. Miraba y lo que veía no lo creía, era .........un cordero.-

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¿Qué podría decir?... Bueno.. ¿Qué es la vida?, una ilusión. ¿Qué es la vida?, un frenesí. Que el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.- Calderon de la Barca).... y siguió soñando.... Los recuerdos son el aroma del alma..-Mi vida se fue plasmándo entre estaciones y trenes. Aprendí telégrafo antes de ir al colegio. Mi padre fue Telegrafista en gran cantidad de estaciones que apenas recuerdo y Jefe de Estación. Yo y mi hermano Juan Arnoldo seguimos sus pasos. Estuvimos desde Alameda a Talca en la mayoría de las estaciones que en esa época eran el eje y motor del desarrollo del país. Fuí ferroviario y creo que aún lo soy.-

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