PERO AUN NO ES EL FIN.-
Decidídamente pienso que es muy difícil que ferrocarriles vuelva a ocupar la importancia que tuvo en el desarrollo del país como así tambien el cariño y admiración que en general se sentía por éste servicio. Era común ver a familias enteras concurrir a las estaciones en una suerte de paseo y ver circular trenes convoyados por locomotoras del tipo 1.100, Montañas y Supermontañas, y aquellas últimas máquinas a vapor que llegaron en el año 1954, las Mikado del tipo 82 que desaparecieron tragadas por el progreso y ahora solo es posible verlas en el museo de Quinta Normal. Nítidamente recuerdo a la Supermontaña, la 1107 que arrastrándo 30 vagones de carga del tren 304 a la entrada de los cambios sur de la estación de Paine, Km. 41, reventó su caldera las que voló por el aire destruyéndo todo el entorno en una explosión espantosa, cayéndo sobre la casa de una vecina, señora Berta Contreras La fuente de energía de la máquina de más de 10 metros de largo y un diametro de 5 metros, salió disparada aterrizándo sobre una casa a más de 100 metros de distancia dándo muerte a una niña de pocos años que dormía en su cuna. Tanto el maquinista como su ayudante fueron pulverizados y quemados vivos con los miles de litros de agua hirviéndo que constituía la fuerza motríz de la 1107 a tal extremo que restos de sus ropas y cuerpos colgaban de los alambres teléfonicos. La campana de la máquina salió volándo a muchos metros de altura y curiosamente, según cuentan testigo presenciales ella sonaba en el aire en cada vuelta que daba aterrizándo a más de 500 metros del lugar del accidente en una parcela de propiedad de la señora Ehla Monje de Henríquez Es un capítulo penoso que no hé podido olvidar en ese día de 1953 cuando aún no ingresaba a ferrocarriles y era un estudiante en el Instituto Ferroviario Carlos Arias Martínez que funcionaba en la Estación Central en que impartía la carrera de ingeniería.-
Ferrocarriles era la médula, la fuerza, que crecía con dinamismo y orgullo conquistándo su propio territorio para unirlo con un poderoso cordón de acero y ver nacer caseríos y aldeas que pronto se convertían en pueblos, en ciudades, con estaciones ferroviarias aromadas por el humo de sus locomotoras que jadeaban arrastrándo su pesada carga en medio de pitos y campanas para ir a perderse tragadas por la distancia cruzándo puentes, y túneles que perforaban montañas para corta el paisaje como una navaja y unir todos los lugares de nuestro territorio con estaciones distintas pero siempre con la misma atmósfera ferroviaria en que se mezclaba la fantasía, la magia y los sueños.
Decidídamente pienso que es muy difícil que ferrocarriles vuelva a ocupar la importancia que tuvo en el desarrollo del país como así tambien el cariño y admiración que en general se sentía por éste servicio. Era común ver a familias enteras concurrir a las estaciones en una suerte de paseo y ver circular trenes convoyados por locomotoras del tipo 1.100, Montañas y Supermontañas, y aquellas últimas máquinas a vapor que llegaron en el año 1954, las Mikado del tipo 82 que desaparecieron tragadas por el progreso y ahora solo es posible verlas en el museo de Quinta Normal. Nítidamente recuerdo a la Supermontaña, la 1107 que arrastrándo 30 vagones de carga del tren 304 a la entrada de los cambios sur de la estación de Paine, Km. 41, reventó su caldera las que voló por el aire destruyéndo todo el entorno en una explosión espantosa, cayéndo sobre la casa de una vecina, señora Berta Contreras La fuente de energía de la máquina de más de 10 metros de largo y un diametro de 5 metros, salió disparada aterrizándo sobre una casa a más de 100 metros de distancia dándo muerte a una niña de pocos años que dormía en su cuna. Tanto el maquinista como su ayudante fueron pulverizados y quemados vivos con los miles de litros de agua hirviéndo que constituía la fuerza motríz de la 1107 a tal extremo que restos de sus ropas y cuerpos colgaban de los alambres teléfonicos. La campana de la máquina salió volándo a muchos metros de altura y curiosamente, según cuentan testigo presenciales ella sonaba en el aire en cada vuelta que daba aterrizándo a más de 500 metros del lugar del accidente en una parcela de propiedad de la señora Ehla Monje de Henríquez Es un capítulo penoso que no hé podido olvidar en ese día de 1953 cuando aún no ingresaba a ferrocarriles y era un estudiante en el Instituto Ferroviario Carlos Arias Martínez que funcionaba en la Estación Central en que impartía la carrera de ingeniería.-
Ferrocarriles era la médula, la fuerza, que crecía con dinamismo y orgullo conquistándo su propio territorio para unirlo con un poderoso cordón de acero y ver nacer caseríos y aldeas que pronto se convertían en pueblos, en ciudades, con estaciones ferroviarias aromadas por el humo de sus locomotoras que jadeaban arrastrándo su pesada carga en medio de pitos y campanas para ir a perderse tragadas por la distancia cruzándo puentes, y túneles que perforaban montañas para corta el paisaje como una navaja y unir todos los lugares de nuestro territorio con estaciones distintas pero siempre con la misma atmósfera ferroviaria en que se mezclaba la fantasía, la magia y los sueños.
